Maria Alayde Mendonça-Rivera
Hospital Santa Casa de Misericórdia de Maceió;
Universidad Federal de Alagoas (UFAL) – Brasil.
Ana Isabel Barrientos Castro
Medicina Interna Hospital Bendaña – Universidad Cátolica de Honduras
San Pedro Sula – Honduras
CORRESPONDENCIA
Maria Alayde Mendonça-Rivera
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ESPERANZA DE VIDA Y MORTALIDAD CARDIOVASCULAR
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esperanza de vida aumentó a nivel mundial en más de seis años entre 2000 y 2019, de 66,8 años en 2000 a 73,4 años en 20191.
Por razones genéticas, biológicas y de comportamiento, en la gran mayoría de los países, las mujeres viven de cuatro a ocho años más que los hombres2.
En la región de las Américas, la esperanza de vida presenta gran variación, como se muestra en la tabla 1 a continuación 2 :
En el mundo actual, las causas de muerte y discapacidad se pueden agrupar en tres grandes categorías: transmisibles (enfermedades infecciosas, junto con condiciones maternas, perinatales y nutricionales), no transmisibles (enfermedades crónicas) y lesiones por accidentes1.
En todos los países combinados, la cardiopatía isquémica (CI) es la primera causa de muerte en hombres y mujeres, mientras que el accidente cerebrovascular (ACV) ocupa el segundo lugar y el Alzheimer (junto con otras causas de demencia) ocupa la séptima posición1,3.
En general, las muertes y los días vividos con discapacidad fueron alrededor del un 15 % más bajos en las mujeres, sin embargo, las mujeres colectivamente pasaron alrededor del un 20 % más de años viviendo con una discapacidad1. En las últimas dos décadas se ha producido un mayor aumento (casi tres veces) de las muertes femeninas por enfermedad de Alzheimer y otras demencias1. Estos trastornos neurológicos determinan un 80% más de mortalidad en las mujeres y un 70% más de días de incapacidad, cuando se comparan a los hombres1,3.
La reducción de la mortalidad y discapacidad observada actualmente en las mujeres, determinada principalmente por la enfermedad cardiovascular (CI y ACV), impone la necesidad de un reconocimiento e intervención precoz de los factores de riesgo de estas enfermedades4-6.
La CI y el ACV comparten los mismos factores de riesgo independientes, presentes en hombres y mujeres, que están representados por hipertensión arterial, diabetes, dislipidemia, tabaquismo, sedentarismo, obesidad, entre otros3-6. Además, se sabe que las mujeres tienen factores de riesgo de CI exclusivos del sexo femenino, entre los que se encuentra la menopausia3-6.
MORTALIDAD CARDIOVASCULAR Y MENOPAUSIA
La mayoría de las mujeres a nivel mundial experimentan la menopausia entre los 45 y 55 años, con un promedio de 51 años7, lo que significa que en la región de las Américas vivirán al menos un tercio de sus vidas en la menopausia2.
La ausencia de producción endógena de estrógenos desde la menopausia aumenta el riesgo cardiovascular observado en la posmenopausia en comparación con la premenopausia8,9.
La aterosclerosis, el riesgo de eventos cardiovasculares y la mortalidad cardiovascular (por CI, ACV, insuficiencia cardíaca e arritmias, por ejemplo) aumentan después de la menopausia, lo que puede deberse en parte a la producción de citocinas y adipocinas proinflamatorias en el tejido adiposo visceral, cuyo depósito aumenta en mujeres posmenopáusicas8,9.
Es conocido que tras la menopausia se observa un aumento de los niveles de presión arterial, colesterol total, colesterol LDL y apolipoproteína B, así como una reducción del papel antiaterogénico del colesterol HDL9, factores de riesgo independientes de enfermedad cardiovascular4-5.
Parece haber repercusiones directas del envejecimiento en el corazón y los vasos arteriales, lo que lleva a la hipertrofia del músculo cardíaco, así como a la rigidez arterial y la disfunción endotelial, que contribuyen, respectivamente, a la disfunción diastólica (que conduce a la insuficiencia cardíaca con fracción de eyección preservada) y a la ocurrencia de enfermedad microvascular y cardiopatía isquémica no obstructiva, más frecuente en el sexo femenino8,9.
La reducción de la producción de estrógenos y el conjunto de câmbios hormonales, cardíacos y vasculares mencionados anteriormente determinan una progresión más acelerada de los procesos ateroscleróticos y de otras formas de enfermedad cardiovascular en mujeres posmenopáusicas. Esto conlleva a una disminución de la mortalidad relacionada con cáncer de mama y un aumento progresivo de la tasa de mortalidad cardiovascular8,9.
CONSIDERACIONES FINALES
La menopausia es un fator de riesgo cardiovascular y puede estar precedida por cincuenta años vividos (o no) bajo otros factores de riesgo cardiovascular (tradicionales y/o propios de la mujer).
Por ello, es necesario educar a las mujeres sobre el impacto negativo em la menopausia y períodos posteriores sobre su salud cardiovascular, para que conozcan la importancia de realizar la prevención primaria y secundaria de los factores de riesgo cardiovascular en la vida antes de la menopausia3-6,10. Esto levará a una reducción del riesgo de enfermedad cardiovascular, de los años vividos con discapacidad y de la mortalidad cardiovascular3-6,10.
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