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Alajuela

Lecciones aprendidas a seis semanas de vivir con Covid-19

La visión de un cardiólogo sesentón.

El viernes 6 de marzo, al anochecer, nos llegó la noticia, al Hospital  San Rafael, Alajuela, de que un trabajador de nuestra institución había sido diagnosticado de Covid – 19, y su condición era grave.  Tanto que, desde el primer día, fue internado en cuidados intensivos, ameritando, desde entonces, ventilación mecánica.

Como si no fuera suficiente, una tía suya, se encontraba, a la sazón, internada por un problema cardíaco, pero también dio positiva la prueba por la virosis.

Días después, una cardióloga y una tecnóloga de cardiología, en nuestro departamento, fueron diagnosticadas y confirmadas con Covid – 19.

Así las cosas, desde el primer día fui parte del equipo que puso manos a la obra para enfrentar el ataque. Nos ha correspondido, como grupo, organizar las instalaciones del hospital, distribuir el trabajo, disponer de los pacientes que estaban hospitalizados por otros motivos, aprender, enseñar, dar seguimiento a los enfermos, inventar novedosas formas de atención para los pacientes que no pueden asistir a sus citas programadas.

¿Qué sabemos?

Para empezar, no sabemos mucho.  No hay especialista en la materia. Aquella persona que ha atendido cinco pacientes, sabe más que el que ha atendido dos.  Y éste sabe más que quien no ha atendido ninguno.  No importa si es neumólogo, infectólogo, terapista respiratorio, trabajadora social, internista, intensivista o médico general.  Si, usted ha trabajado con este tipo de pacientes, es usted un experto.

Todos podemos ayudar.  Hay compañeros cuya especialidad no es afín con la epidemia, vg, dermatólogos, psiquiatras, pediatras, ginecólogos.  En nuestro centro, ellos han aportado demasiado.  Estudian; investigan; escogen información válida.  Otros diseñan flujos de pacientes desde el área de atención en emergencias, hasta la zona de pacientes Covid o hacia cuidados intensivos.  Algunos han realizado la gestión de consultas telefónicas o por telemedicina. Otros nos sirven como “espejo” o supervisores a la hora de colocarnos o retirarnos el equipo de protección personal, evitando que cometamos errores al hacerlo. Los únicos que no tienen cabida, son las personas presas del pánico, que desaniman y alarman a los que sí están aportando.

Diagnóstico. Lo más importante es el cuadro clínico y el contacto con otros pacientes positivos. Los exámenes de laboratorio, para detección del virus o los anticuerpos, ayudan a confirmar o descartar dicha sospecha. Otras pruebas miden el grado de inflamación, o el estado trombótico del paciente. Las radiografías y los TAC de tórax nos permiten detectar complicaciones pulmonares y evaluar la evolución. Los gases arteriales y saturación de oxígeno son aliados para valorar el grado de oxigenación, equilibrio ácido – base, y medir la recuperación.

Tratamiento. Todos hemos leído las diferentes modalidades de ventilación y fármacos que se están utilizando.  La realidad es que esto ha sido tan rápido, que no hay estudios prospectivos, doble ciego, al azar y a plazo suficiente, para ser estadísticamente significativas; menos aún hay metaanálisis. En este contexto, las comunicaciones anecdóticas y “la experiencia personal o grupal”, otras veces despreciadas, han adquirido un valor inestimable.

Y nosotros, los cardiólogos, ¿qué hacemos en este escenario?  Mucho, como cualquier otro personal sanitario, aportamos colaboración con los equipos de atención directa, de estudio, de llamados a la prudencia y al sentido común.  Podemos atender pacientes de consulta externa, sea de manera presencial o por telemedicina. Pero, con frecuencia, somos llamados a valorar un paciente con arritmias o QT largo (hidroxicloroquina y macrólidos) o para valorar pacientes con insuficiencia cardiaca o sospecha de embolia pulmonar e hipertensión pulmonar.  De modo que no será infrecuente que debamos examinar pacientes hospitalizados, en cuidado intensivo, o en el servicio de emergencias, y realizar ecocardiogramas. Ante esto, tomemos las precauciones del caso; utilicemos los equipos de protección personal que sean necesarios según cada caso (recordar que un paciente sospechoso debe ser abordado de la misma manera que un confirmado). Recordemos también que los electrocardiógrafos y los equipos de ultrasonido deben ser minuciosa y rigurosamente desinfectados, o, idealmente, tener equipos destinados, de manera exclusiva, para las áreas dedicadas a Covid.  Tengamos presente, también, que aquellos colaboradores considerados de riesgo, no deben tener contacto directo con pacientes ni con el personal más expuesto al virus.

Finalmente, no hay secreto.  Lo mejor que ha hecho el país, es el distanciamiento social, el llamado a la higiene, y la cuarentena preventiva.

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